Desde entonces fue reina de los escenarios de la ópera y, como dijo ayer su hijo Ito Bisonó, tras su fallecimiento, su madre será recordada por su gran legado a la cultura dominicana en la que puso su sello vocal para ganarse el título de “la dama de la música clásica por siempre”. También la llamaban la “Diva dominicana”.
Nativa de San Pedro de Macorís, tierra de caña y azúcar, ella endulzó a millones de personas que escucharon su bello canto en su patria o en el extranjero.
Su voz queda sobre históricas partituras de óperas italianas, zarzuelas, requiems, cantatas, oratorios, misas, canciones francesas, españolas, italianas, alemanas, portuguesas, rusas, latinoamericanas y, sobre todo, canciones de arte dominicanas. Por muchos años la Orquesta Sinfónica Nacional fue el soporte de su pasión vocal, bajo directores históricos dominicanos como Manuel Simó, Carlos Piantini, Julio De Windt, Rafael Villanueva, Manuel Marino Miniño, José Del Monte y José Manuel Joa Castillo.
Todos los repertorios clásicos encajaron en su prodigiosa voz, desde “La novena sinfónia” de Beethoven hasta el “Sherezade” de Ravel.
Sus aportes quedan sólidos como difusora de la música culta y como profesora de decenas de cantantes que aprendieron a usar técnicas gracias a ella.