Santo Domingo, Rep. Dom.- Mientras el país enfrenta desafíos urgentes en salud, educación y seguridad social, mantener la extensa red diplomática y consular de la República Dominicana en el extranjero representa una carga financiera que supera los miles de millones de pesos anualmente.
Según registros presupuestarios oficiales, el Estado dominicano destina una porción significativa de sus recursos al sostenimiento del servicio exterior, incluyendo salarios, viáticos, alquileres de residencias, escoltas, seguros internacionales y otros beneficios para diplomáticos y sus familiares. Muchos de estos cargos no están ocupados por personal de carrera, sino por designaciones políticas, algunas sin experiencia previa en relaciones internacionales.
Una nómina diplomática sobredimensionada
Actualmente, el país mantiene más de 100 sedes diplomáticas y consulares en distintas partes del mundo, desde grandes capitales como Washington, Madrid y París, hasta ciudades con poca o nula relevancia estratégica. Estas misiones suelen estar compuestas por decenas de funcionarios, aunque en la práctica solo una parte de ellos reside o trabaja en el lugar asignado.
En promedio, un embajador puede costarle al Estado entre US$10,000 y US$25,000 mensuales, incluyendo el salario base y beneficios colaterales. En ciudades con alto costo de vida, como Nueva York o Tokio, esa cifra puede incluso duplicarse. Los cónsules también reciben asignaciones importantes, especialmente en destinos con comunidades dominicanas numerosas, donde las gestiones consulares generan ingresos adicionales por servicios.
Familiares diplomáticos: una tendencia costosa
Un elemento que genera críticas frecuentes es la práctica de designar a familiares de funcionarios como parte del cuerpo diplomático. Es común que esposas, hijos o allegados sean nombrados como agregados culturales, asesores o asistentes, en muchos casos sin desempeñar funciones específicas. Esto multiplica el gasto público y alimenta la percepción de que el servicio exterior se ha convertido en una plataforma de favores políticos y personales.
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Además, varios diplomáticos disfrutan de beneficios extensivos que incluyen cobertura médica internacional, vehículos oficiales, pagos de colegios para sus hijos y bonificaciones anuales. Todo esto ocurre mientras dentro del país muchos servicios básicos carecen de los recursos necesarios.
Falta de control y transparencia
Diversos sectores han cuestionado la falta de auditoría efectiva sobre el trabajo de las misiones diplomáticas. En algunos casos, se han denunciado consulados donde el personal no asiste físicamente a la oficina, o embajadas que duplican funciones con otras entidades. También se reportan casos de funcionarios que, aun residiendo en República Dominicana, continúan cobrando sus salarios como si vivieran en el extranjero.
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El Ministerio de Relaciones Exteriores ha anunciado en los últimos años iniciativas para modernizar y profesionalizar el cuerpo diplomático, pero los resultados aún son limitados. Persisten estructuras clientelares y mecanismos opacos de designación.
¿Reforma pendiente o lujo perpetuo?
Frente a este panorama, muchos analistas coinciden en que es necesaria una reforma profunda del servicio exterior dominicano. La profesionalización, la reducción del personal no esencial y la evaluación de resultados deberían ser ejes centrales de cualquier transformación.
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El país necesita una diplomacia eficiente, alineada con los intereses nacionales, con personal calificado y con un enfoque estratégico. De lo contrario, la política exterior seguirá siendo un gasto excesivo y opaco, más orientado al beneficio de unos pocos que al desarrollo del país.