Einar tiene cuatro años y, aunque nació con genitales que le identificaban como niño, sus padres aseguran que siempre, desde que era un bebé de apenas dos años, se ha comportado como niña y ha reivindicado que se sentía como tal. Hasta el punto que desde hace unos meses tanto la familia como la escuela han optado por naturalizar que se vista con faldas y vestidos y referirse a ella en femenino.
“Desde siempre pedía juguetes de niñas, disfraces de todas las princesas habidas y por haber, en las tiendas se iba directa a los pasillos de ropa de chica… y empezamos a detectar que algo había; pero es que luego, cuando comenzó a hablar, lo verbalizaba perfectamente: decía que ella era una niña y que cuando le dejáramos el pelo largo se vería”, relata Vanesa López, su madre.
Y explica que la experiencia previa en la crianza de sus otros hijos –Axel (7 años) y Naiara (11)– hizo que tanto ella como su marido, Juan Villegas, detectaran pronto las señales y tuvieran claro que algo pasaba, aunque pensaban que sería un proceso pasajero. “Pero en P3, un día que quería ir con falda al colegio y su padre trataba de disuadirla diciendo que mejor la reservara para casa Einer le soltó: ‘papá tranquilo, si mis compañeros me conocen, saben quien soy y no se ríen de mí’, y vimos claro que no podíamos ser nosotros quienes la limitáramos, que teníamos que dejarla hacer lo que sentía”, cuenta López en conversación telefónica con La Vanguardia tras dar a conocer el caso de Einar en El món a RAC1, con Jordi Basté.
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“A principios de curso hicimos un cambio de armario total y todos comenzamos a tratarla como ella pedía”
Porque, enfatiza, “ella lo pone muy fácil, nunca ha tenido miedo a expresar lo que quiere y siente, tiene mucha personalidad y es bastante fuerte para su edad”.
En este sentido, la madre detalla que cuando le preguntaba si no sería que le gustaban más los brillos y los colores de la ropa de niña, siendo muy pequeña ya respondía: “No mamá, yo siento por dentro que soy una chica, no es que me guste el rosa”.
Así que, con todo este bagaje y después de muchas peleas sobre la ropa, “a principios de este curso, cuando empezaba P4, nos decidimos e hicimos un cambio de armario total y comenzamos a tratarla como ella pedía, como una niña, refiriéndonos a ella en femenino a todos los efectos”.
El apoyo de la escuela
¿Y no temieron que los cuestionaran? “No teníamos miedo al rechazo porque desde P3 tanto la profesora como los compañeros la habían apoyado, y de hecho cuando fuimos a hablar con ellos en la escuela nos lo pusieron todos muy fácil; y la familia igual, porque la han visto comportarse desde pequeña; y si alguien la trata como chico, ella se hace notar y los pone en su sitio, les dice yo soy una niña y así me has de tratar”, resume López.
Pero, ¿con cuatro años se puede tener clara la identidad de género? Antonio Guillamón, catedrático emérito de Psicobiología de la UNED que ha investigado las bases psicobiológicas de la identidad de género asegura que, “a los seis meses, los bebés ya tienen una idea rudimentaria de lo que es el yo; a los dos años se les observan conductas estereotipadas de género, y entre los tres y los tres años y medio aparece en los niños la identidad de género, con o sin congruencia con sus genitales”. Posteriormente, entre los 4 y los 8 años, “esa identidad se estabiliza y se hace rígida, para perder algo de rigidez a partir de los 10”, apunta.
Entre los tres y los tres años y medio aparece en los niños la identidad de género, con o sin congruencia con sus genitales
Antonio Guillamón, Psicobiólogo, catedrático Uned
De ahí que a este psicobiólogo no le sorprenda que unos padres tengan clarísimo que un niño se identifica como niña aunque solo tenga 4 años. “La clave cuando la identidad de género aparece a estas edades –algo muy minoritario, que ocurre en muy pocos niños y niñas– es que ese acoplarse al modelo de hombre o de mujer no esté muy inducido”, comenta.
A este respecto, ni Vanesa López ni Juan Villegas tienen miedo de haber condicionado o estar condicionando a Einar. “Nos rejimos por lo que ella explica y siente, no hay más; si algún día cambia, también la escucharemos”, comentan.
López admite que lo que sí le produce cierto vértigo es pensar en el momento en que Einar tenga que cambiar de compañeros para ir al instituto, su adolescencia “o que un día quiera ser madre; pero seguramente sea adelantarme mucho”.
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