Aunque España es uno de los países que más café consume, la calidad deja mucho que desear. En la mayoría de bares se sirve café amargo, fuerte y de baja calidad.
Esto se debe a que se usa café robusta, un grano barato con sabor más amargo, y además se mezcla con torrefacto, un tipo de café tostado con azúcar que deja un gusto quemado. Esta práctica viene de la posguerra, cuando había escasez, pero aún se mantiene por costumbre y precio.
A diferencia de otros países europeos como Italia o los nórdicos, donde se cuida el grano y la forma de prepararlo, en España el café suele buscar intensidad más que calidad.
Hay señales de cambio: en algunas ciudades están creciendo las cafeterías que apuestan por el llamado café de especialidad, con granos seleccionados y preparación cuidada. Pero sigue siendo minoritario.
Para mejorar, haría falta más educación del consumidor, mejor formación en hostelería y una apuesta por la calidad, no solo por lo barato.
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