Santo Domingo, Rep. Dom.- Ser engañado cuando se compran productos, mercancías o servicios se ha convertido en un problema de importancia en República Dominicana que crece sin control, mientras las autoridades y los organismos creados para proteger al consumidor se hacen de la vista gorda, y en ciertos casos solo accionan cuando hay alguna denuncia de por medio.
Pero quizás lo más preocupante de este mal, es que esto ocurra no solo de manera informal, cuando se compra en negocios no regulados o vendedores callejeros o colmados; sino también cuando se compra en establecimientos formales como supermercados, tiendas de todo tipo, farmacias, etc. o se contrate algún servicio a una de las empresas prestadora de energía, telefonía, cable o internet.
Muchos pequeños negocios o comerciantes formales o no, como: colmados, cafeterías, talleres de fabricación y reparación de artículos, vendedores callejeros, buhoneros, entre otros, son comercios con poca o sin ningún tipo de regulación fiscal, de control de precios, sanitaria o municipal en donde la estafa al consumidor es algo común.
Cuando se compra sin contar lo que se recibe, no se cuenta la devuelta recibida al pagar, no se revisan los billetes, no se chequea la mercancía adquirida, no se lee entero el contrato firmado, entre otras cosas, puede convertir a cualquier individuo en otra de las víctimas de la cultura de la estafa o el engaño que se vive en el país.
Colmados
los colmados siempre han sido los negocios con vinculación mas directa con la ciudadanía ya que en un sector o barrio puede haber varios de estos establecimientos comerciales donde los clientes son muy conocidos por vivir en el entorno.
En la gran mayoría de los colmados (no en todos) los empleados incurren en engaños hacia sus clientes en procura de maximizar sus beneficios. Todo comienza con el aumento de los precios de muchos artículos comunes y de uso diario que van desde 5 hasta 25 pesos. Por ejemplo un plátano comprado entre 14 y 16 pesos muchas veces he vendido entre 25 y 30 pesos. Un refresco de 20 onza o una a cerveza pueden variarle el precio entre 10 y 20 pesos respectivamente.
En el menor de los casos también son arregladas las balanzas (pesos) para dar menos cantidad en los productos pesados.
Una, dos o tres onzas menos en algunos artículos como víveres y arroz no serían tan significativas, dependiendo de la cantidad y el precio, pero en algunos de mayor precio como azúcar, queso, salami, chuleta, bacalao entre otros causan un enorme daño a la economía de un hogar.
Pero no conforme con eso agregan otras formas de estafa al consumidor. Por ejemplo al sumar a lapicero, de cabeza o calculadora muchas veces la suma será alterada con una cantidad de dinero dependiendo de los productos comprados. Al devolver dinero en ocasiones también darán de menos.
Hay que señalar que muchas de estos fraudes son realizados por el descuido de las personas que no se detienen a analizar lo que han comprado y lo que le han cobrado y devuelto.
En las calles
Después de la pandemia de la covid-19 (DPc) y gracias a los despidos de empleados y cierre de algunos negocios, el comercio informal han tenido un mayor crecimiento.
No es extraño ver pequeñas y medianas camionetas estacionadas en las vías del Gran Santo Domingo vendiendo todo tipo de víveres, vegetales y frutas; y engañando a los compradores en el conteo y pesaje de las mercancías.
Comprar diez libras de papa u otro víveres, y luego darse cuenta que solo hay siete; pedir 20 plátanos o guineos y que solo le entreguen 15 0 16, o percatarse de que de una docena de chinola, china, etc. aparte de las dañadas solo llegaron nueve, o diez, es algo común en este tipo de transacción.
En los productos que se comprar por lata, como lo son las guayabas, cerezas, limones etc. el hurto es el siguiente: dentro de las latas hay cartones para disminuir la capacidad del envase; también las latas son alteradas con abolladuras o cortadas y unidas otra vez con soldadura.
Aunque en honor a la verdad, aun así es más conveniente ser engañados, que comprar en muchos colmados.
Supermercados
Las grandes cadenas de supermercados ya tienen su éxito asegurado ya que desde el tamaño de los carritos, y la colocación de cada producto y góndola están diseñados por especialistas en publicidad y experto en psicología de consumo para inducir a las compras innecesarias.
Pero aun así, algunos de estos establecimientos incurren en crear sus propias marcas de productos con el único fin de subir los precios a su antojo, ofreciendo un producto de calidad media y sin supervisión.
Comprar pollo, pescados o mariscos congelados es una de las más viles de las estafas, ya que al elevado precio del producto le agregan también el peso del hielo que puede ser de hasta el 10% del precio total de la mercancía.
Y quizás sea mejor no decir nada de la “sobre fecha” que se les ponen a los productos en los cuales el tiempo de caducidad está muy próximo.
Mercados
Ahora bien si en las calles, colmados, supermercados, y otras tiendas el ambiente es hostil para los clientes o compradores no quiera usted saber cómo se compra en los mercados, y muy especialmente en el Mercado Nuevo de la Duarte. Aquí inicia el efecto cascada del engaño.
En estos establecimientos las ventas de productos es casi siempre pesada y contada en grandes cantidades. Un quintal de cualquier tipo de víveres debe ser 110 libras, pero variará su pesaje dependiendo donde se compre y existe la posibilidad que al final se llegue con sólo 85 0 90 libras.
Al comprar productos por unidades o docenas es una tarea de mucha habilidad para no llegar al negocio con menos productos. Los mercaderes son excelentes contadores en poco tiempo y con mucha rapidez. Delante de sus ojos pueden contarle 100 unidades y llegar solo con sólo 90 unidades de lo contado.